LOBITO, UN PRÍNCIPE CANINO
Corrían los días, como todos los días, con su ajetreo para cumplir con nuestras diarias obligaciones y atendiendo a nuestras amadas mascotas como parte de la rutina diaria, que con el correr del tiempo se hacen cada vez más íntimas, cada mirada, cada gesto es un instante de comunicación con ellos.
En eso estaba cuando recibí una llamada, María Eugenia tenía un caso, un perrito atropellado ya hacía varios días en
Lo llevamos a la clínica, se le sacaron dos radiografías. Resultado: columna quebrada en la primera lumbar y fractura triple en sacro y primera vértebra de la cola. Diagnóstico: parálisis permanente.
- ¿Había algo que se pudiera hacer?- preguntamos angustiadas
- “Si, operar a “ver” si se puede” reparar algo”, pero con un 80% de posibilidades que quede peor, vale decir, sin control de esfínteres y más dañada su espalda” – nos respondió con resignación el Dr.
Lo dejamos, ya que nos aseguraron se operaría a primera hora del día siguiente. A la mañana esperamos, pero no recibimos confirmación de la operación como habíamos acordado. Tratamos de obtener información, pero nada… El veterinario en cuestión, nos dijo entre otras cosas, que era profesor universitario.. de repente se nos ocurrió la loca idea de que ¿sería que no se operó debido a que se estaba preparando para hacer una “clase demostrativa” con un caso perdido???.. la desesperación frente a esa idea nos invadió, sin saber qué sucedería con el pobre perrito, fuimos rápidamente a buscarlo, lo encontramos y lo retiramos de la clínica, dejando dicho simplemente que decidimos no someterlo a más dolor del que ya tenía.
Volvimos con la angustia de no saber cómo podríamos cuidar de él, a pesar que sus ojitos brillaban como luceros y parecía sonreír mostrando sus dientes brillantes como perlitas, su pelaje negro estaba opaco, sucio, con algunas garrapatas que se resistían al tratamiento dado.. cómo cuidarlo era la pregunta, la gran pregunta… un perrito paralítico.. ¿alguien lo querría adoptar?..
Fuimos a ver a
De ahí en adelante, este can, que a mis ojos le llamé Príncipe, por su noble conducta y digno carácter, pasó a llamarse “Lobito”.
Todos los días,
De allí en adelante, redoblamos los esfuerzos y lo ayudábamos a afirmarse para que ejercitara cada vez más sus piernecitas y sus pies, que los tenía volteados hacia atrás. Su columna estaba arqueada y se llegaba a dar vueltas de carnero al tratar de pararse.
Habrán pasado sus tres meses o cuatro.. y Lobito ya caminaba algunos pasos, renqueando, cayéndose. Su alegría de vivir era contagiosa, empezó a salir al pasaje junto a Mia que lo cuidaba y obligaba a que se ejercitara aún más, con sus locos juegos y carreras.. cada día veíamos que caminaba más y más..
Hoy, ya ha pasado casi un año y Lobito apenas muestra algún signo de su dolorosa experiencia, una leve cojera y cuando se cansa mucho, tiende a sentarse.
Muchas veces he escuchado que cuando los animalitos están en malas condiciones, lo más “humano” es “solucionar” su dolor: “dormirlos”, o sea darles la “humana eutanasia”. Si analizamos un poco esto, veo que carece de sentido, debido a que estas son grandes
oportunidades para que aflore lo mejor de nosotros, aquello que nos da la calidad de seres humanos: la emosión, la sensibilidad, la misericordia, la piedad, el amor incondicional
Además, la vida no nos pertenece, no podemos decidir frente a ella quién merece o no vivir. Si somos seres de fé, en las sagradas escrituras de todas las religiones del mundo, se considera un pecado mortal el matar. “Matar” significa quitar la vida a otro ser. No se utiliza la palabra “Asesinar”, que es la palabra que significa “quitar la vida a una persona o ser humano”…
Le invito a que revise el Génesis en